Por lo que tanto si te encuentras dando un paseo por el centro como si lo que pretendes es descansar un rato de tus compras por Preciados (y alrededores), La Burbujería te está esperando para insuflarte ese chute de oxígeno que necesitas. Un pequeño escondite en la trasera de la Gran Vía solo apto para paladares exquisitos que se desenvuelven con soltura entre lo moderno y lo de toda la vida. Una línea argumental que se paladea en los dominios del che Hernán González, todo un maestro en dar de comer muy bien y al son de unos estupendos espumosos.
Porque si algo tienen claro en este negocio es que lo de comer con vino o refrescos estás bien, pero también existe un buen batallón de champagnes, cavas o espumosos con los que maridar una selección variada que no abruma al paladar, pero sí le regala uno de los mejores momentos que haya podido pasar frente a una mesa.
Un número 7 de la calle Barco que se convierte así en parada más que obligada para comer o cenar como Dios manda, para descubrir que aún nos pueden seguir sorprendiendo cuando hay talento. Un tanto que, sin duda, Hernán González (alumno de Abraham García, el de 'Viridiana') se anota en su chaquetilla, pues su empeño diario, lucha constante y buen hacer en cocina le han permitido que hoy se nos descubra como una obsesión, como una droga que no suelta.
Porque si todo esto te parece toooooo much, es que aún no te has dejado embrujas por ese hummus de garbanzos de cocido madrileño, tacos de ropa vieja, croquetas porteñas, bravas del sudeste asiático (¡con sorpresa!), ajoblanco de anacardos con torreznos y uvas, mollejas de ternera, carrillada a la cerveza negra o unos tuétanos de vaca asados, con tostaditas y sal ahumada, claros en su concepto y tremendos en su sabor.
Una experiencia que se culmina con un alarde de caldos, con bien de burbujas, pues como tercer mejor alumno de su promoción en el curso de Sumillería de la Cámara de Comercio de Madrid, González sabe cómo atender la necesidad del comensal, que quiere algo distinto. Un planazo total que, para redondearse aún más si cabe, ofrece el local para celebrar ciclos de cine, un club de lectura y exhibir ese arte callejero de talentos menos conocidos, que también se merecen estar colgados de una pared. ¡Vayan! ¡Brinden!
Texto_Bru Romero