Raúl no es un arquitecto al uso. Y no lo es porque le llaman poderosamente la atención aquellos proyectos que le exigen mucho o que necesitan soluciones un poco salomónicas o fuera de la norma. Él lo compara curiosamente con el trabajo del director norteamericano David Lynch, y más concretamente con su serie Twin Peaks. Raúl vivía a los diez años en un pequeño pueblo de Jaén, Linares, un sitio sin mucho interés donde las cosas eran muy normales y donde la vida se desarrollaba de una manera tradicional. Y descubrir una trama tan innovadora y tan fuera de lo común en la serie lo marcó definitivamente. Era como descubrir que la realidad no es lo que parece, sino que siempre tiene una doble cara que puede ser más compleja e interesante. Eso trasladado al trabajo de arquitecto se traduce en la famosa vuelta de tuerca que precisan algunos proyectos y en los que realmente exprime todo su potencial. «Si veo algo demasiado sencillo y fácil, siempre intento buscarle una cierta complejidad. Por eso, si se presenta un proyecto fuera de lo común, me atrae mucho más. Como que me empuja a darle la vuelta a las cosas y a la realidad», asegura el arquitecto. Y es precisamente esa actitud de persona completamente empoderada y segura de sí misma la que Raúl esgrime ante cualquier trabajo por muy complejo o difícil que vea. «Muchas veces lo he pensado, pero estoy seguro de que es más más probable que deje un proyecto por que no me entiendo con el cliente que por la complejidad o dificultad del trabajo. Eso me pasó con un sótano en la Barceloneta que tenía muy mala solución y del que la dueña me avisó que no sabría si podría hacer algo porque era el tercer arquitecto que contrataba para ese trabajo. Finalmente, el proyecto ha quedado espectacular», cuenta.
Detalle de cocina con mobiliario dorado en el proyecto House BSP20.
En verde musgo, apartamento en Girona.
En tono rosa palo, zona de aguas del proyecto Atic Aribau.
Comienzos sembrados de dudas
Hoy recuerda entre medias sonrisas su llegada a la profesión, una actividad totalmente desvinculada de cualquier tradición familiar y que, pese a unos duros comienzos, hoy disfruta enormemente. «Nunca tuve vocación. De hecho, desconfío de aquellos que tienen vocación desde tan pronto. La verdad es que los estudios se me daban bien y, cuando llegó la hora de decidirme por estudiar algo, mi hermana me dijo: “Pues teniendo tan buena nota, igual deberías estudiar arquitectura”. Sin embargo, fue un poco tremendo, sobre todo durante los primeros años, ya que no sabía dibujar, no entendía absolutamente nada de lo que me explicaban en clase. Vamos, un desastre. Hasta que llegó un año en el que tuve un profesor que hablaba de literatura, de cine, de cosas que a mí realmente me interesaban. Temas que mezclaba con la arquitectura y la filosofía, y que despertó mi gran pasión por la arquitectura. A partir de entonces, empecé a leer, a entender, y aquellos primeros años de horror se mutaron repletos de entusiasmo.»
Espectacular reforma del apartamento Tibbaut en Barcelona, ubicado en un sótano dominado por la luz y dos pilares octogonales.
Y aunque a cualquier profano en la materia ver el portafolio de Raúl puede decirle bien poco, precisamente porque no tiene esa capacidad de doble lectura, sus trabajos guardan una gran coherencia; incluso esconden un modo de hacer totalmente personal y descifrable. «Hay gente que me lo dice, que hay un toque personal. Yo muchas veces me pregunto qué es eso del toque o la esencia. Una anécdota que nos viene muy bien para entender esto es cómo las cosas determinan ciertas afirmaciones. Al principio de mi carrera, yo me sentía muy atraído por los materiales fríos, distantes, como el latón, en clara oposición a la madera, que es mucho más cálida, y lo usé en varios trabajos. Pues pasado el tiempo, algunos clientes me dicen que por qué no uso algo de eso dorado que han visto en alguno de mis proyectos y yo les he dicho que lo usaría si tuviera sentido, pero como un fetiche o una forma de encasillarse. Incluso hasta me puede parecer mal. Yo no quiero identificarme con un material, sino con una manera de hacer las cosas», dice.
El problema de las proporciones
El arquitecto confiesa su atracción por el sentido del espacio. Siempre intentando que sean complejos (no retorcidos ni complicados), dentro de una sencillez geométrica; que el espacio te proporcione algo más, en las distribuciones... «Para mí el trabajo es un trabajo de planta. Es como lo que decía Miralles que con las plantas hacía los proyectos. Y es verdad, una planta bien dibujada no necesita ni secciones, yo ya la entiendo. Pero muchas veces cuando haces reformas necesitas ser algo más y tu estás como enclaustrado entre ese perímetro que te viene dado. Es cuando tiro de materiales, de texturas, de iluminación para que aquello que no puedo hacer yo con el espacio lo suplemento con otras herramientas», asegura. De ahí también el uso del color. Y Raúl lo sabe. Así lo confirman las referencias que hace a los grandes arquitectos como Frank Lloyd Wrigh, Alvar Aalto o Le Corbusier que hacían su propia carta de colores y editaban su gama de tonos propia. «Ahora, menos mal, el color está volviendo con fuerza, ya que hubo un momento en el que era un poco tabú. Soy un arquitecto que no parte de restricciones, yo hago de todo. Llevamos dos miil años de arquitectura y tenemos un repertorio enorme, por qué voy a prescindir de todo eso. Una de mis grandes fuentes de inspiración son el Renacimiento y el Barroco, aunque no hago columnas ni alquitrabes; también tiro del Modernismo, y lo mismo ocurre con el color. Es algo que forma parte de mi cultura y de mis proyectos», cuenta.
Espai Saó, intervención en la bodega Mas Blanch i Jove en Lleida.
Baño y sauna de la rehabilitación PSM21 House.
Amplio espacio con ladrillo visto de BSP20 House en el Borne, Barcelona.
Materiales a gogó
Tal es la capacidad de Raúl para transformar conceptos e ideas preconcebidas que hasta le gusta la moqueta como material de uso. Asegura que al poder tocarla y despeinarla te permite tener una idea más clara de su utilidad. Siempre hay que ver un poco todas las posibilidades de cada elmento, pero sus materiales preferidos son los naturales porque son nobles y por los que el paso del tiempo, el deterioro o los rayazos les aportan un extra de historia y se ven bonitos. Campo donde la experimentación ofrece grandes cambios con la aparición de lo sostenible y de los elementos reciclados. Claro que esa es otra cuestión sobre la que el arquitecto tiene su propia teoría puesto que, ahora mismo, todo lo que tiene que ver con la ecología es realmente caro.
Oficinas de clínica dental Impress en Madrid.
Tendencias, sin demasiados miramientos
Y suerte, y mucha, tienen los alumnos de la escuela Elisaba de Barcelona donde Raúl da clases de interiorismo porque allí les explica, por ejemplo, que «la moda es un concepto de matemáticas. Cuando tienes un conjunto de números el que más se repite es la moda y la moda es repetición, no originalidad, y, por definición, pasa de moda», asevera. De ahí que estas líneas que a veces ordenan y mandan en ciertas disciplinas no le llame precisamente la atención. «Las cosas hay que hacerlas porque hay una razón, no por tendencias, aunque es complicado no caer en ciertas obviedades. Intento luchar contra ello y no por capricho, pero no resulta fácil. Procuro hacer cosas con un poco más de chicha.»
Lo mismo opina sobre el trabajo de interiorista en sus propios proyectos, un campo que él asegura no tiene demasiado delimitado y de cuya relación con la arquitectura no puede prescindir. Sobre todo, porque entiende que todo forma parte de un gran concepto y si no lo ejecuta incluso le molesta. De ahí también que no tenga miramientos a la hora de abordar un proyecto privado de un piso o la actualización de un museo en Alemania. O una reforma, un campo que en algún momento los arquitectos con cierto nombre se negaban a abordar. «Como arquitecto diría que lo que me interesa es hacer obra nueva más que una reforma, porque, al fin y al cabo, tú te mides con la ciudad, con el entorno cuando formalizas, cuando haces un volumen, pero yo creo que la mejor respuesta es donde yo pueda ser creativo o donde encuentre un cliente que confíe en mí. Que me deje hacer. De todos modos, este es un trabajo que necesita de cierta psicología y hay que explicar muy bien las cosas para que no haya sorpresas.» Su trabajo más curioso, sin embargo, no pasa por ser un adosado al uso o una tienda de moda megamoderna, sino que se trata de un crematorio en Linares, espacios que forman parte de nuestra historia y sobre los que hasta ahora no ha habido demasiado que decir arquitectónicamente. «Es un tanatorio, un crematorio y un jardín de las despedidas. Es un proyecto muy chulo, que empezamos ahora, muy arquitectónico, muy poético y sentimental. Tendremos que esperar un par de años para verlo, pero es muy interesante», cuenta.
El color, uno de los sellos del arquitecto Raúl Sánchez. Aquí en un proyecto en Valencia.
Texto: Goito Paradelo